Hoy pensaba en el camino, en
lo difícil que ha sido permanecer; creo que si hubiese sido en mis fuerzas hace
mucho tiempo atrás lo habría abandonado. Puedo detenerme en este punto, y echar
un vistazo atrás y entonces preguntarme ¿Cómo estoy aquí? Cuando he estado más lejos que cerca de su amor, cuando tantas
veces mi corazón se ha llenado de incredulidad, cuando la llama y la luz de su
ser ha sido apocada por mi incoherencia entre aquello que digo y hago ¿Cómo?
Como es que tantas veces, ni siquiera he querido levantarme, abandonar todo y
renunciar por completo a su llamado a su servicio. Sin contar las veces, en que
he dudado de su poder llenándome de miedo, dudando de todo hasta de los dones
que El ha puesto en mi vida, escondiéndolos en los profundo de la tierra. Sin
embargo, más allá de todo lo que pueda hacer y que no sea agradable a sus ojos
me encuentro con un Dios que no solo nos ha regalado abundante gracia, sino con
la figura de una Padre paciente que jamás se ha cansado de creer en nosotros
aun cuando dejamos de creer en El. Es increíble
la cantidad de veces, en que he visto el camino oscurecido por la
circunstancias, por los obstáculos, por el dolor; las veces en que la
disciplina de Dios ha sido tan fuerte en mi vida, que he sentido como el corazón
es atravesado por la espada de su amor, agotando todas las fuerzas humanas y
retornando las divinas. Pero aun, cuando mi corazón está dispuesto a su voluntad,
este también se resiste a ser acariciado por la espina amorosa de Dios, que
todo lo purifica y transforma.
Quisiera poder contarles una
a una las veces en que he desistido, porque en cada una de ellas, he visto a un
Dios que viene en rescate, que con un destello de su gloria y color le devuelve
las fuerzas al más cansado y abatido, recobrando así, el sentido. Regalándole
nueva vida al corazón, uniendo nuestra humanidad a su santidad, al rió de su
amor.
Confieso que, por mi cabeza
ha pasado la idea de dejar de escribir,
de aconsejar, guiar, restaurar, predicar, sin embargo cuando esto llega con más
fuerza, es el momento preciso para que Dios venga a mi rescate. Es extraño pero
una vocecita en mi interior me dice ¡No
renuncies, no es el final, todo estará bien! ¡Continua aún falta mucho camino!
Entonces, lo vuelvo a intentar solo por última vez…
Y para mi sorpresa, me
encuentro con la imagen de Dios en cada uno de ellos. Es sorprendente la cantidad
de mensajes que llegan a mi correo, redes sociales, blog o inclusive cuando
Dios me regala la oportunidad de predicar o aconsejar, la manera en que Dios
toca sus vidas, la forma en que Dios se vale de cada palabra que coloca en
nuestros labios y pensamientos para AMAR
A SUS HIJOS, PARA RESCATARLOS.
Anoche, un joven se acerco a
mi entre una palabra y la otra, abrió sinceramente su corazón, estaba muy
agobiado. Dios mismo, coloco en mi boca las palabras que este joven necesitaba,
fue conmovedor verlo romper en llanto. De nuevo la voz de Dios hablo a mí corazón
diciendo: ¡Ora por él, Ora con él! ¡Esta
es tu misión! ¡No ha terminado! Lo mas impactante de todo es que aquel
joven al terminar dijo: Algo me dijo al corazón
que viniera y al buscara.
No sé quien estaba más
conmovido si él o yo, quien tantas veces he dudado y renunciado, pero de nuevo
estaba frente a mis ojos aquel padre paciente, amoroso, aquel que no se cansa
de creer en mi y la misión que me ha confiado. Al final entendí, que es Dios
quien se vale de cada una de estas personitas para venir a rescatarme a mí.
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