viernes, 15 de marzo de 2013

DEPENDENCIA DE CRISTO





En la entrada interior, manifestaba mi frustración por no poder escribir tan seguido como el corazón y el pensamiento así lo quisieran. Pero durante todo este tiempo he comprendido que cuando colocas los dones al servicio de Dios es el quien los usa y quien sabe cual es el tiempo adecuado para colocarlos en marcha. No son pocas las veces en que he estado frente a la pantalla del computador intentando escribir si quiera unos cuantos párrafos, pero en definitiva después de pensarlo por algunas horas jamás resulta nada, he llegado a pensar que escribir ya no es lo mío, que ya no sirvo para esto. Sin embargo en el interior se que no es así, que Dios tiene un mensaje, y que a su momento lo dictara a mi corazón, que solo debo estar dispuesta a la escucha, que mi labor mientras tanto debe limitarse a la oración.

Escuchar, buscar, encontrar y depender, son las palabras exactas para definir lo que Dios hace en nuestras vidas. El escucharlo, implica descansar nuestros pensamientos en El, hacer del silencio la más efectiva oración, de tal manera que el espíritu pueda conectarse con aquellas cosas que los ojos no ven, ni los oídos escuchan.  Como el dolor, el sufrimiento, la esperanza, la alegría, la necesidad, la sed  de Cristo  y la  de nuestros hermanos. De tal forma, que  este trasegar  y subir a la montaña se vaya tornando más difícil cada día, hasta el punto de sentirnos perdidos, lejos de lo que realmente buscamos, porque aun cuando le anhelamos con todo nuestro ser, aquella humanidad  se espina con la bondad y la gracia que Cristo nos ha manifestado. Pero en definitiva, es en el perdernos donde Cristo reafirma los caminos, donde nos recuerda que en El habita toda nuestra esperanza, que lejos de El nada podemos hacer….

Entonces, nos transformamos en seres dependientes, de su providencia, de su amor, del eterno dialogo, ya lo decía la Madre Teresa de Calcuta: “Yo guardo silencio y el habla, yo hablo y el me escucha” Convirtiéndolo en el ETERNO PRESENTE, aquel que jamás se ausenta, que esta ahí, que nos encuentra y sale a nuestro encuentro, para acogernos, para hacer parte de nuestra humanidad, de nuestra pequeñez.  Es el Dios que se engrandece en los humildes, aquellos que se vacían de si mismos, que dependen total y complatemente de Dios.  Es allí donde Cristo toma forma, donde todos los egoísmos y miedos humanos son reemplazados por el AMOR INCONDICIONAL DE CRISTO.





Hace unos días mientras caminaba con mis amigas a casa, una de ellas tomo la iniciativa de entrar al oratorio. Lo cual alegro mi corazón, ya que al conocerlas sus corazones eran reacios a Dios, al entrar pude ver en sus rostros la devoción, la confianza y el amor que allí manifestaban. Cada uno de ellas se postro de rodillas y con una amor infinito le hablaban a su Dios que era también mi Dios y del que ahora eran participes, como sus hijas amadas. No puedo describir con palabras la sensación de felicidad y agradecimiento que invadió a mi  alma. Al verlas ahí arrodilladas no podía ver otra cosa que el amor VIVO de Cristo manifestado a sus vidas…Allí estaba El conmigo y con ellas.

¡Gracias! Unas gracias infinitas inundaron todo mi ser. Por que siervos inútiles somos, por que nada podemos hacer, decir o escribir que fuera realmente importante o valioso si no fuera por El y solo por El…

Depender de Cristo, hace que las acciones mas pequeñas tomen un significado incalculable, que nada es pequeño delante de los ojos de Dios cuando se hace con mucho amor, esas era las palabras de la Madre Teresa de Calcuta. Pero para depender es necesario vaciarnos de nuestras propias fuerzas humanas. Al estar ahí contemplando la escena de mis más amadas amigas recordé aquella frase que dice: “Yo solamente soy un lápiz, es Dios  quien  escribe”  Es Cristo, el protagonista de todo, nosotros no somos mas que eso, mas que nada, es el quien se lleva todos los créditos,  es el mismo Cristo quien toma lugar en nuestra humanidad para mostrarnos su amor. Recordándonos que no somos mas, que unas sencillas y humildes vasijas de barro en sus manos.




martes, 12 de marzo de 2013

DESCONECTADOS




Quisiera que esta entrada tuviera motivos mas especiales, pero en realidad después de dos semanas de ausencia  simplemente extraño este lugar. Entre  las multitudes, las calles, el tráfico, el estrés, el estudio, las dificultades y el trabajo llegas a olvidarte de este espacio. A tal punto, que alguna parte de ti cree que  ya no ahí nada más que decir, que las palabras se las trago el pavimento, que los pensamientos vienen y van entre las miradas de las personas, que los silencios y el dolor se tragan entero, sin siquiera saborearlos, sin palpar la vida, sin sentirte vivo…

Han sido semanas difíciles. Me atrevería decir sorpresivas he inesperadas, encontrar a Dios entre las multitudes y los afanes cada día se hace mas complicado he intentas aferrarte de cualquier manera a su presencia, de hallarlo en el hermano, en el amigo, en las cosas que cotidianamente nos rodean, pero a veces solo a veces ni me percato de su presencia, entonces llego a olvidarme de los verdaderos motivos de mi existencia,  del verdadero sentido de estar aquí; entre una taza de café y una lectura rápida del evangelio, corro rápidamente a  los brazos rapaces del afán y de una sociedad que recuerda todo menos a Dios.  Amnesia progresiva del corazón, esa es la enfermedad mas común de quienes nos olvidamos de escuchar, ver y  sentir a Dios.

Hace unos días, mientras organizaba alguna información, entre el ajetreo y la presión lamente profundamente  no tener conexión Internet o por lo menos no poder acceder a ella en ese momento, entonces dije: ¡Quisiera tener Internet en todas partes, seria todo más fácil! Sin embargo una humilde y silenciosa voz  retumbo en lo más hondo del corazón diciendo: ¡Ya quisiera que me buscaran como buscan el Internet o se conectaran conmigo que si estoy en todas partes! Eso fue una bomba de tiempo, que se escucho y retumbo con gran fuerza en el alma, como si se me hubiese olvidado  lo más importante, como si lo fundamental y lo esencial hubiese pasado aun segundo plano: Dios.

Pasamos tanto tiempo navegando en Internet, realizamos tantas actividades en el día, conectados con todo el mundo, pero desconectados de Dios y si no es totalmente, quizás  parcialmente o con una señal muy débil; ocupando nuestras palabras, dolores, alegrías en actualizaciones de estado que no pasan de un “me gusta” lejos de las verdaderas respuestas que puedan llenar las baterías del corazón.

¿Cuánto tiempo gastamos en nuestras actividades? Media hora, una hora, dos horas ¿Cuánto tiempo navegamos en Internet? Cuando solo bastarían quince minutos o diez  para que tu estado con Dios pasara de “desconectado” a “conectado” y recibir todas las repuestas, la gracia, la vida y el consuelo de quien siempre ha estado ahí.

¡No corras! ¡Detente! Solo por un momento, por un minuto. Dios quiere escucharte, pero también quiere hablarte.