En la entrada interior,
manifestaba mi frustración por no poder escribir tan seguido como el corazón y
el pensamiento así lo quisieran. Pero durante todo este tiempo he comprendido
que cuando colocas los dones al servicio de Dios es el quien los usa y quien
sabe cual es el tiempo adecuado para colocarlos en marcha. No son pocas las
veces en que he estado frente a la pantalla del computador intentando escribir
si quiera unos cuantos párrafos, pero en definitiva después de pensarlo por
algunas horas jamás resulta nada, he llegado a pensar que escribir ya no es lo
mío, que ya no sirvo para esto. Sin embargo en el interior se que no es así,
que Dios tiene un mensaje, y que a su momento lo dictara a mi corazón, que solo
debo estar dispuesta a la escucha, que mi labor mientras tanto debe limitarse a
la oración.
Escuchar, buscar, encontrar y
depender, son las palabras exactas para definir lo que Dios hace en nuestras
vidas. El escucharlo, implica descansar nuestros pensamientos en El, hacer del
silencio la más efectiva oración, de tal manera que el espíritu pueda
conectarse con aquellas cosas que los ojos no ven, ni los oídos escuchan. Como el dolor, el sufrimiento, la esperanza,
la alegría, la necesidad, la sed de
Cristo y la de nuestros hermanos. De tal forma, que este trasegar
y subir a la montaña se vaya tornando más difícil cada día, hasta el
punto de sentirnos perdidos, lejos de lo que realmente buscamos, porque aun
cuando le anhelamos con todo nuestro ser, aquella humanidad se espina con la bondad y la gracia que Cristo
nos ha manifestado. Pero en definitiva, es en el perdernos donde Cristo
reafirma los caminos, donde nos recuerda que en El habita toda nuestra
esperanza, que lejos de El nada podemos hacer….
Entonces, nos transformamos en
seres dependientes, de su providencia, de su amor, del eterno dialogo, ya lo
decía la Madre Teresa
de Calcuta: “Yo guardo silencio y el habla, yo hablo y el me escucha” Convirtiéndolo
en el ETERNO PRESENTE, aquel que jamás se ausenta, que esta ahí, que nos
encuentra y sale a nuestro encuentro, para acogernos, para hacer parte de
nuestra humanidad, de nuestra pequeñez.
Es el Dios que se engrandece en los humildes, aquellos que se vacían de
si mismos, que dependen total y complatemente de Dios. Es allí donde Cristo toma forma, donde todos
los egoísmos y miedos humanos son reemplazados por el AMOR INCONDICIONAL DE
CRISTO.
Hace unos días mientras caminaba
con mis amigas a casa, una de ellas tomo la iniciativa de entrar al oratorio.
Lo cual alegro mi corazón, ya que al conocerlas sus corazones eran reacios a
Dios, al entrar pude ver en sus rostros la devoción, la confianza y el amor que
allí manifestaban. Cada uno de ellas se postro de rodillas y con una amor
infinito le hablaban a su Dios que era también mi Dios y del que ahora eran
participes, como sus hijas amadas. No puedo describir con palabras la sensación
de felicidad y agradecimiento que invadió a mi alma. Al verlas ahí arrodilladas no podía ver
otra cosa que el amor VIVO de Cristo manifestado a sus vidas…Allí estaba El
conmigo y con ellas.
¡Gracias! Unas gracias infinitas
inundaron todo mi ser. Por que siervos inútiles somos, por que nada podemos
hacer, decir o escribir que fuera realmente importante o valioso si no fuera
por El y solo por El…
Depender de Cristo, hace que las
acciones mas pequeñas tomen un significado incalculable, que nada es pequeño
delante de los ojos de Dios cuando se hace con mucho amor, esas era las
palabras de la Madre Teresa
de Calcuta. Pero para depender es necesario vaciarnos de nuestras propias
fuerzas humanas. Al estar ahí contemplando la escena de mis más amadas amigas recordé
aquella frase que dice: “Yo solamente soy un lápiz, es Dios quien escribe” Es Cristo, el protagonista de todo, nosotros
no somos mas que eso, mas que nada, es el quien se lleva todos los créditos, es el mismo Cristo quien toma lugar en nuestra
humanidad para mostrarnos su amor. Recordándonos que no somos mas, que unas
sencillas y humildes vasijas de barro en sus manos.
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