Hola mi querido Oscar o más
bien mi querido Padre. Lamento como siempre no escribirte o llamarte; pero esto
no quiere decir que no seas importante, sabes que siempre te he querido,
respetado y admirado.
Antes de iniciar me gustaría que
supieras como se vio todo desde mi butaca: Unos días antes de tú ordenación estaba
ansiosa, sabía con seguridad que estarías en retiros, de un lado para otro, tenía
la plena certeza que estabas feliz, sin embargo también sabia de tu ansiedad,
de la mezcla de emociones, del ¡Gracias! Tan esperado, de las nuevas
responsabilidades y retos que implica este nuevo paso, del aplomarse y
transformar tantas emociones, años, tiempo, en un momento de intimidad, de
estar a solas con El, con el mismo Dios que te había llamado y que solo porque
ha sido bueno te concedió tal gracia y regalo. Al final, solo decidí unirme a
la numerosas oraciones, el doblegarme ante aquel Dios maravilloso y darle
gracias por tu vida, por lo que ha hecho en ti, por lo que ha hecho en mi atreves
de tu amistad. No te puedo negar que llore profundamente, quizás será por aquel
amor infinito que nos ha mostrado Dios, que como augurio gritaba a mi alma que habías
escogido la mejor parte de la vida, del servicio y del amor.
Llego el día tan anhelado, como
lo esperaba habían muchas persona reunidas para tal momento; ese día supe que
eras un hombre muy especial no solo para mi si no para todos los que te rodean
y que de alguna forma al igual que en mi habías dejado tu nombre clavado en sus
vidas. Si las palabras alcanzaran para describir la dicha que desborda el alma;
ya no serias mi amigo ahora serias el amigo y el Padre de muchos. Al entrar a la Catedral
procure hacerme en las ultimas bancas, no porque no quisiera verte, si no al
igual que María entre la multitud quería contemplar los momentos de su hijo
amado, de su ministerio; así quería estar, en el silencio, pero algunas frases
entre plegarias y oraciones quedaron en el aire. Tenía tantas ganas de Llorar,
que entre tanta ansiedad, alegría, lágrimas sabía algo hermoso: Que te quería.
Al llegar a mi casa, procure
mantener la tranquilidad, entregue y abandone en Dios todos nuestros planes,
nuestros sueños y pedí que hiciera lo mejor para Ti y para mi, que este sería un momento definitivo, pero que no sería
el final de todo. Rogué a Dios para que retornara las fuerzas a Tu vida, el
amor y la entrega primera para los años que aun hacen falta.
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Era el 2 de Diciembre, el día
de Tu primera Eucaristía. ¿Cómo podría faltar? Al ir en el autobús me encontré con
una joven muy particular y carismática llamada Yenny note que estaba como
desorientada y que entre sus paquetes uno llevaba Tu nombre, así que supuse que
al igual que yo compartiría tal momento.
Al hablar con ella, me conto a grandes rasgos el tiempo en la Universidad
contigo, nombro que siempre habías sido así: amable, buen amigo, excelente
orador. Fue grato encontrar otro pedazo de tu historia entre la multitud.
Al llegar a la Parroquia logre
verte, al parecer Yenny tenía muchas ganas de saludarte no sé quien estaba más
emocionada si ella o yo. Luego quise acercarme, pero por primera vez no sabía cómo
tratarte ¿Qué podría decirte? ¿Padre? ¿Oscar? Así que preferí, sonreír.
Al iniciar la Ceremonia muchos momentos me
conmovieron, entre ellos cuando le diste la bendición a tu mamita y como
olvidar la “Oración del Burro” Creo que fue el momento en el que más llore,
lloraba por todo, por alegría, por conocerte, por permitirme estar ahí, porque
en definitiva DIOS ES BUENO y porque de alguna manera podía identificarme con
cada palabra que salía de tal oración QUE TU DIOS ERA MI DIOS y que lo mismo que
había hecho contigo lo podía hacer por mí.
Durante la Ceremonia procure mantener
mis ojos cerrados, en primer lugar no me gusta que me vean llorar y por otro
lado quería disfrutar tal momento en comunión con Dios y contigo. Luego fue la recepción
y la comida, para ese momento estaba más tranquila, sabía que pronto lograría adaptarme
a tu nuevo papel.
No te cuento nada de las otras
semanas posteriores, más que estuve muy enferma y que al igual que Tu continuo
en el proceso de formación ya que la escuela de Dios es eterna. Sé que me acostumbrare
a estar entre los muchos, que al igual que ese día quiero estar cerca, pero no
tan cerca. Cuando Dios te da algo, es porque sabe y tiene la confianza que podrás
llevarlo pero recordando siempre que no es que el siembra ni el que cosecha el
que se lleva los méritos, es el que da Fruto y el único que puede hacerlo es Dios…Somos colaboradores de su reino de Amor.
Por último, no te olvides de
que: ¡Te quiero! Que al igual que los años, el tiempo también hace su trabajo
en mi vida, quizás ya no sea la misma niña de 14 años, quizás ya no vuelo tanto
como antes, a lo mejor tomo otras formas pero jamás cambia mi esencia y mi
Cariño.
Un abrazo Fraterno
Pbro. Oscar Javier Mantilla
Fuentes.
Para ti siempre seré el hermano... anhelaría que no estuvieras tan distante, nunca serás de la multitud, siempre estarás más aquí, menos allá, porque se te lleva en el corazón...
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