viernes, 3 de febrero de 2012

MAS QUE UN HOMBRE.





 Hace algunos días no asistía a eucaristía, entre la multitud, los pensamientos, las ansiedades, los temores, las dudas, los afanes o cada una de aquellas situaciones difíciles que parecen resumir  la presencia de Dios en la vida de cada uno de nosotros a nada. Estaba allí de nuevo; agobiada, desesperada pero en especial cansada de luchar con mis propias fuerzas, débil de caminar  en medio de un desierto árido y tormentoso en el que llevo ya hace mas de un año y en el cual he experimentado una profunda soledad, desesperanza, cansancio, debilidad y tentación pero también entre los vientos arrasadores de este desierto he visto y sentido con mas fuerza la presencia y  el amor de Dios que camina a mi lado a veces silencioso pero siempre ahí en el camino retornando a mi vida las fuerzas que me hacen falta para continuar y no abandonarlo todo. He dejado algunas cosas en este desierto,  entre ellas una parte de mí y de lo que consideraba valioso y que ahora ya no es nada.

Entonces estaba allí de nuevo buscando un oasis en que pudiese descansar, buscándome a mi misma en alguna parte de EL, buscando a Dios con el corazón tan lleno de todo pero tan vacio de su presencia que falta, que extrañas, que necesitas, que te complementa y que en definitiva le devuelve sentido  a mi vida en medio de las vicisitudes de la humanidad a veces tan dulce pero tan confusa he incierta. 
 Al estar allí pude ver a toda a la multitud, no se que día seria aquel pero cada uno tenia una velita encendida la cual elevaban al cielo con devoción, esperanza, fe y confianza. Al estar en este lugar pensé en muchas cosas, pensé en cuanto lo necesito, en cuanto desearía que  mi corazón latiera junto al suyo, en cuanto le amo y en las muchas veces en que le he fallado y traicionado en la cantidad de veces en las que me he odiado por abandonarlo y no poder estar todo el tiempo con El;  pero de lo que si estaba  segura es que de nuevo estaba ahí y la mejor parte de todas es que el no se había marchado sino que continuamente me acoge con sus lazos de amor que quebrantan todo mi ser.


 No acostumbro estar sola, valoro y aprecio mucho la compañía de quienes están a mi lado y de quienes gentilmente comparten su tiempo y su presencia conmigo, en verdad se convierten en mi familia no solo por sus sonrisas, abrazos, tristezas, anécdotas, enseñanzas o todo el tiempo compartido si no también por la grandeza de cada unos de sus corazones al  abrirle un espacio al mío, al hacerme parte de sus vidas.  Aquel día en la eucaristía no estaba sola me encontraba con dos pequeñas llamadas Valentina y Verónica a quienes conozco hace unos meses y que entre travesuras, chistes, juegos se han ganado mi corazón y mis cuidados lo que me hace sentir responsable de su bienestar, pero aquel día Dios y ellas me regalaron mas de lo que yo podía merecer. La manera en que sus ojitos me miraban y sus brazos se extendían para buscar un abrazo, una palabra de amor y de cariño como si en mi vieran consuelo, tranquilidad y entonces entendí que no era Yo sino que era él mismo Jesucristo  quien en su misericordia y bondad  se reflejaba en mi humanidad que era a él a quien buscaban y era a él a quien veían y anhelaban





No solo han sido ellas sino muchos seres humanos maravillosos  quienes desesperadamente buscan a Cristo, quien acoge la imagen del amor  para darnos a conocer quien es él y es èl quien se vale de nuestros brazos, ojos, pies, boca, vida  para que otros lo vean y lo sientan y seamos símbolo de su amor. Aquel día en la Eucaristía no solo me sentí indigna de tal favor, gracia y regalo sino que también al igual que Verónica y Valentina  encontré en los brazos de ellas aquel Cristo que se posa  en sus corazones y que tomando forma de hombre se hace cercano  para demostrarme  y demostrarnos cuanto nos ama.


Imagenes tomadas de: http://angelsanchezt.blogspot.com/




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