Hace algunos días no asistía a
eucaristía, entre la multitud, los pensamientos, las ansiedades, los temores,
las dudas, los afanes o cada una de aquellas situaciones difíciles que parecen
resumir la presencia de Dios en la vida
de cada uno de nosotros a nada. Estaba allí de nuevo; agobiada, desesperada
pero en especial cansada de luchar con mis propias fuerzas, débil de
caminar en medio de un desierto árido y
tormentoso en el que llevo ya hace mas de un año y en el cual he experimentado
una profunda soledad, desesperanza, cansancio, debilidad y tentación pero
también entre los vientos arrasadores de este desierto he visto y sentido con
mas fuerza la presencia y el amor de
Dios que camina a mi lado a veces silencioso pero siempre ahí en el camino
retornando a mi vida las fuerzas que me hacen falta para continuar y no
abandonarlo todo. He dejado algunas cosas en este desierto, entre ellas una parte de mí y de lo que
consideraba valioso y que ahora ya no es nada.
Entonces estaba allí de nuevo buscando un
oasis en que pudiese descansar, buscándome a mi misma en alguna parte de EL,
buscando a Dios con el corazón tan lleno de todo pero tan vacio de su presencia
que falta, que extrañas, que necesitas, que te complementa y que en definitiva
le devuelve sentido a mi vida en medio
de las vicisitudes de la humanidad a veces tan dulce pero tan confusa he
incierta.
Al estar allí pude ver a toda a la
multitud, no se que día seria aquel pero cada uno tenia una velita encendida la
cual elevaban al cielo con devoción, esperanza, fe y confianza. Al estar en
este lugar pensé en muchas cosas, pensé en cuanto lo necesito, en cuanto
desearía que mi corazón latiera junto al
suyo, en cuanto le amo y en las muchas veces en que le he fallado y traicionado
en la cantidad de veces en las que me he odiado por abandonarlo y no poder
estar todo el tiempo con El; pero de lo
que si estaba segura es que de nuevo
estaba ahí y la mejor parte de todas es que el no se había marchado sino que
continuamente me acoge con sus lazos de amor que quebrantan todo mi ser.
.
No acostumbro estar sola, valoro y aprecio mucho la compañía de quienes están a mi lado y de quienes gentilmente comparten su tiempo y su presencia conmigo, en verdad se convierten en mi familia no solo por sus sonrisas, abrazos, tristezas, anécdotas, enseñanzas o todo el tiempo compartido si no también por la grandeza de cada unos de sus corazones al abrirle un espacio al mío, al hacerme parte de sus vidas. Aquel día en la eucaristía no estaba sola me encontraba con dos pequeñas llamadas Valentina y Verónica a quienes conozco hace unos meses y que entre travesuras, chistes, juegos se han ganado mi corazón y mis cuidados lo que me hace sentir responsable de su bienestar, pero aquel día Dios y ellas me regalaron mas de lo que yo podía merecer. La manera en que sus ojitos me miraban y sus brazos se extendían para buscar un abrazo, una palabra de amor y de cariño como si en mi vieran consuelo, tranquilidad y entonces entendí que no era Yo sino que era él mismo Jesucristo quien en su misericordia y bondad se reflejaba en mi humanidad que era a él a quien buscaban y era a él a quien veían y anhelaban
No solo han sido ellas sino
muchos seres humanos maravillosos quienes desesperadamente buscan a Cristo,
quien acoge la imagen del amor para
darnos a conocer quien es él y es èl quien se vale de nuestros brazos, ojos,
pies, boca, vida para que otros lo vean
y lo sientan y seamos símbolo de su amor. Aquel día en la Eucaristía no solo me
sentí indigna de tal favor, gracia y regalo sino que también al igual que
Verónica y Valentina encontré en los
brazos de ellas aquel Cristo que se posa
en sus corazones y que tomando forma de hombre se hace cercano para demostrarme y demostrarnos cuanto nos ama.
Imagenes tomadas de: http://angelsanchezt.blogspot.com/
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